Bishop's reflection on two December Marian feasts

(Bilingual - Spanish below)

Hail, Full of Grace!—Mary, Mother of God, Mother of the Church
We celebrate two great feasts in honor of the Blessed Virgin Mary—the Solemnity of her Immaculate Conception on Dec. 8, which is the patronal feast of our nation, and the Feast of Our Lady of Guadalupe on Dec. 12, the patronal feast of the Americas.

In celebrating these two liturgical feasts, we acknowledge, first of all, as defined by Pope Pius IX in Ineffabilis Deus, in 1854, that “The Most Blessed Virgin Mary was, from the first moment of her conception, by a singular grace and privilege of Almighty God and by virtue of the merits of Jesus Christ, Savior of the human race, preserved immune from all stain of original sin.”  

This teaching finds its very foundation in the words by which Mary was greeted by the Angel Gabriel, who said to her, “Hail, full of grace!  The Lord is with you….” (Luke 1:28).  
This grace, which the Dogmatic Constitution of the Church Lumen Gentium refers to as “the splendor of an entirely unique holiness” comes wholly from Christ.  

In honoring Mary and her unique role in the history of our salvation as Mother of God, we honor Christ himself, the giver of every good gift.  Thus, in citing St. Paul’s Letter to the Ephesians, the Catechism of the Catholic Church states, “The Father blessed Mary more than any other created person ‘in Christ with every spiritual blessing in the heavenly places’ and chose her ‘in Christ before the foundation of the world, to be holy and blameless before him in love’” (CCC, #492, cf. Ephesians 1:3-4).  

We also celebrate Mary’s great love for the people of God, in that she shares this grace with God’s holy people, in which she takes on the role, as Mother of God, of Mother of the Church and therefore as Mother of all people.  Again, as noted in Lumen Gentium #53, “The Virgin Mary is acknowledged and honored as being truly the Mother of God and of the Redeemer….   She is ‘clearly the Mother of the members of Christ’, since she has by her charity joined in bringing about the birth of believers in the Church, who are members of its head’” (Lumen Gentium, Citing St. Augustine, De Virg. 6).  

Our celebration of the Blessed Mother as Our Lady of Guadalupe clearly illustrates this motherly love Mary bestows upon believers as her own children.  Mary appears to Saint Juan Diego as a member of his own nation, taking on the physical characteristics and dress of a young Aztec woman, pregnant with the power of God’s love to which she is about to give birth.   
Le Mars All Saints Parish 2024 Our Lady of Guadalupe commemoration.Mary bestows this same love upon each of us who call upon her as Mother, to each of us who, through the waters of baptism, share by adoption in that same grace which God bestowed upon her from the very moment of her conception.  

May we, as her children, honor her by our prayers, by our own attentiveness to that grace which is ours by virtue of our baptism and Body and Blood of Christ in which we share in the Eucharist. May we honor her with our true devotion, with our love for her as our Mother, as the Patroness of our United States of America, as the Patroness of all of the Americas.  
May we honor her by continuing to share her love with one another and by allowing our hearts ever to be conformed to the heart of her Son, Jesus Christ.  

May we continue to grow in our understanding of what it means that Jesus who, moments before he died on the cross, commended his Mother to his beloved disciple to be his Mother and ours, the Mother of the Church.   (cf. John, 19:27).     

¡Salve, Llena de Gracia! – María, Madre de Dios, Madre de la Iglesia
Celebramos dos grandes fiestas en honor a la Santísima Virgen María: la solemnidad de su Inmaculada Concepción el 8 de diciembre, que es la fiesta patronal de nuestra nación, y la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe el 12 de diciembre, la fiesta patronal de las Américas.

Al celebrar estas dos fiestas litúrgicas, reconocemos, en primer lugar, tal y como definió el Papa Pío IX en Ineffabilis Deus, en 1854, que “la Santísima Virgen María fue, desde el primer momento de su concepción, por una gracia y privilegio singulares de Dios Todopoderoso y en virtud de los méritos de Jesucristo, Salvador de la raza humana, preservada inmune de toda mancha de pecado original.” 

Esta enseñanza encuentra su fundamento en las palabras con las que el ángel Gabriel saludó a María, diciéndole: “¡Salve, llena de gracia!   El Señor está contigo….” (Lucas 1:28). 
Esta gracia, a la que la Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium se refiere como “el esplendor de una santidad totalmente única”, proviene íntegramente de Cristo. Al honrar a María y su papel único en la historia de nuestra salvación como Madre de Dios, honramos al mismo Cristo, dador de todo bien.  Así, al citar la Carta de San Pablo a los Efesios, el Catecismo de la Iglesia Católica afirma: “El Padre bendijo a María más que a cualquier otra persona creada ‘en Cristo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales’ y la eligió ‘en Cristo antes de la fundación del mundo, para que fuera santa e irreprensible delante de él en amor’” (CIC, n. 492, cf. Efesios 1, 3-4).

Catedral de Epifanía en Sioux CityTambién celebramos el gran amor de María por el pueblo de Dios, ya que ella comparte esta gracia con el pueblo santo de Dios, en el que asume el papel, como Madre de Dios, de Madre de la Iglesia y, por lo tanto, de Madre de todas las personas.  Una vez más, como se señala en Lumen Gentium #53, “La Virgen María es reconocida y honrada como verdadera Madre de Dios y del Redentor…. Ella es ‘claramente la Madre de los miembros de Cristo’, ya que con su caridad ha contribuido al nacimiento de los creyentes en la Iglesia, que son miembros de su cabeza’” (Lumen Gentium, citando a San Agustín, De Virg. 6).

Nuestra celebración de la Santísima Madre como Nuestra Señora de Guadalupe ilustra claramente este amor maternal que María otorga a los creyentes como si fueran sus propios hijos. María se le aparece a San Juan Diego como un miembro de su propia nación, adoptando las características físicas y la vestimenta de una joven azteca, embarazada del poder del amor de Dios al que está a punto de dar a luz.

María nos concede este mismo amor a cada uno de nosotros que la invocamos como Madre, a cada uno de nosotros que, a través de las aguas del bautismo, compartimos por adopción esa misma gracia que Dios le concedió desde el momento mismo de su concepción.

Que nosotros, como sus hijos, la honremos con nuestras oraciones, con nuestra propia atención a esa gracia que es nuestra en virtud de nuestro bautismo y del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en los que participamos en la Eucaristía. Que la honremos con nuestra verdadera devoción, con nuestro amor por ella como nuestra Madre, como Patrona de los Estados Unidos de América, como Patrona de todas las Américas. 

            Honrémosla continuando compartiendo su amor entre nosotros y permitiendo que nuestros corazones se conformen cada vez más al corazón de su Hijo, Jesucristo. Que sigamos creciendo en nuestra comprensión de lo que significa que Jesús, momentos antes de morir en la cruz, encomendó a su Madre a su amado discípulo para que fuera su Madre y la nuestra, la Madre de la Iglesia. (cf. Juan, 19:27).


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